Gastronomía de Aragón

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La cocina aragonesa está basada en las verduras, no en vano cuenta con las famosas huertas del Jalón, del Jiloca y del Gállego. Los cultivos del cardo y la borraja son prácticamente autóctonos. En frutales gozan de fama los melocotones de Calanda y Gallur, las peras de Bubierca, las manzanas de La Almunia de Doña Godina, los higos de Fraga y las ciruelas de Sariñena. De gran calidad es el aceite de Alcañiz, Valderrobres y Caspe.

La huerta del valle es artífice de los chilindrones, tanto de pollo como de cordero, y guisos de tomate, ajo, pimientos y cebollas. El pan se aprovecha para elaborar las clásicas migas -acompañadas de uvas, chocolate, chorizo, o longaniza, y sopas, especialmente las de ajo. Del cerdo se aprovecha absolutamente todo. Subsiste una gran tradición en la matanza del cerdo, del que se obtiene el mondongo, nombre con el que se agrupa los diferentes productos que de él se obtienen. Platos típicos son las magras con tomate, elaborado con jamón crudo, morcillas de sangre, arroz o cebolla, longanizas y chorizos, tortetas, bolas y fardeles, aderezados con pimienta, canela y piñones, etc. Otras partes del cerdo como el morro, el rabo, las orejas y las patas se utilizan en infinidad de platos y guisos. Destacan los potajes de boliches, con oreja y morro.

Con el cordero, que se cría en las vertientes del Pirineo, se prepara el ternasco asado sobre un lecho de patatas aliñadas con ajo y perejil, plato aragonés por antonomasia. Las brasas se emplean para asar costillas, y el popular cordero a la pastora o a la caldereta, es un guiso a base de alcachofas, cebollas, patatas, etc.

En cuanto al pescado, es muy variada la preparación de la trucha pirenaica. Otro plato típico son los huevos al salmorrejo, elaborado con lomo de cerdo, huevos, chorizo, longaniza, espárragos, jamón, etc.

Entre los postres, destacan los melocotones de Calanda y de Calatayud, en vino tinto, las célebres frutas escarchadas de Aragón, las natillas con bizcochos, etc.

Aragón, con sus más de cien mil hectáreas de viñedo, es la cuarta región española en cuanto a la extensión del cultivo, y la octava en lo que se refiere a la producción. Existen varias Denominaciones de Origen, la del Campo de Borja, Cariñena, Calatayud y Somontano. Además de los vinos acogidos a estas Denominaciones se producen también otros caldos bajo el sello de Vinos de la Tierra repartidos por varias comarcas: Valle del Cinca, Bajo Aragón, Ribera del Gállego, Cinco Villas y Ribera del Queiles.

Ternasco de Aragón

El Ternasco de Aragón es uno de los grandes emblemas gastronómicos de la comunidad. Se trata de un cordero joven, criado con leche materna y cereales naturales, lo que le da una carne tierna, jugosa y con un sabor muy característico. Cuenta con Indicación Geográfica Protegida (IGP), y es el primer cordero reconocido con esta distinción en España. Tradicionalmente se prepara asado al horno, acompañado de patatas panadera y hierbas aromáticas como el romero o el tomillo, aunque también se consume guisado o a la brasa. Es habitual encontrarlo en menús festivos, celebraciones familiares o cartas de restaurantes. El ternasco simboliza la cocina de origen pastoril, sencilla pero llena de sabor, y representa la unión entre territorio, producto y cultura. Probar un buen plato de ternasco es saborear una parte fundamental de la identidad aragonesa, donde la calidad y la tradición se dan la mano en cada bocado.

Verduras autóctonas: la borraja

La borraja es una verdura humilde pero muy apreciada en la cocina aragonesa. Aunque en otras regiones es casi desconocida, en Aragón es un ingrediente fundamental y motivo de orgullo. Se cultiva principalmente en las huertas del Valle del Ebro y destaca por sus tallos carnosos y sus hojas rugosas, de sabor suave y textura delicada. Tradicionalmente, se cocina simplemente hervida y acompañada de patata, aunque también se prepara rebozada o como guarnición en platos de carne y pescado. Es muy valorada por sus propiedades nutricionales: es diurética, rica en fibra, vitaminas y minerales. En los últimos años ha vivido un pequeño “renacer” y se ha incorporado a las cartas de restaurantes modernos, que reinterpretan su uso en recetas creativas. La borraja representa ese tipo de cocina que sabe sacar el máximo partido a los productos locales, respetando el sabor natural y la estacionalidad del campo aragonés.

Guisos y platos de cuchara

La cocina aragonesa tradicional está llena de guisos y platos de cuchara que reconfortan el cuerpo y el alma. Son recetas sencillas, de origen humilde, elaboradas con ingredientes locales y pensadas para alimentar a familias enteras en los duros inviernos de la región. Las migas a la pastora, por ejemplo, aprovechan el pan del día anterior y se enriquecen con ajo, chorizo o uva, según la zona. La sopa de ajo, con pan, huevo y pimentón, es un clásico de la cocina campesina. Otro plato emblemático es el recao de Binéfar, que combina judías blancas, arroz, patata y chorizo. Estos guisos son símbolo de cocina sostenible, basada en el aprovechamiento y en el sabor auténtico. Hoy siguen vivos tanto en los hogares como en muchos restaurantes, que los ofrecen con orgullo. Son una deliciosa muestra de cómo la tradición y el territorio se traducen en platos nutritivos, sabrosos y con historia.

Pollo al chilindrón

El pollo al chilindrón es uno de los platos más representativos de la cocina aragonesa, especialmente popular en el Valle del Ebro. Se trata de una receta que combina ingredientes sencillos pero sabrosos: pollo troceado, pimientos rojos, tomate, cebolla y ajo, todo cocinado a fuego lento hasta conseguir una salsa espesa y llena de sabor. Aunque existen versiones en otras regiones, en Aragón se considera un plato propio, con su toque particular en el uso del pimiento seco y el aceite de oliva del Bajo Aragón. A veces se añade jamón serrano para intensificar el gusto. Es un plato perfecto para el día a día pero también para celebraciones, ya que gusta a todo el mundo y se puede preparar con antelación. Representa esa cocina casera que no pasa de moda, que huele a hogar y que une generaciones alrededor de una mesa. Un clásico aragonés que siempre reconforta.

Dulces con historia

Aragón tiene una repostería rica en tradición, con dulces que cuentan historias y reflejan el carácter de cada comarca. Uno de los más conocidos son las frutas de Aragón: frutas confitadas bañadas en chocolate, que combinan lo dulce y lo amargo en un solo bocado. En Almudévar, la trenza hojaldrada rellena de frutos secos y glaseado es un imprescindible. En Teruel, los suspiros de amante —pequeños pasteles de queso— y los amantes de chocolate homenajean a su leyenda más famosa. También destacan los adoquines del Pilar, caramelos gigantes típicos de Zaragoza, o los crespillos de borraja, que se elaboran en Semana Santa. Muchos de estos dulces tienen orígenes religiosos o festivos, y han pasado de generación en generación. Son recetas que se siguen preparando con mimo en obradores y casas, y que combinan productos locales con técnicas tradicionales. La repostería aragonesa es un viaje dulce al corazón de su cultura.

Vinos con denominación de origen

La riqueza vitivinícola de Aragón es notable, con cuatro denominaciones de origen que reflejan la diversidad de su territorio: Somontano, Cariñena, Campo de Borja y Calatayud. Cada una tiene personalidad propia, marcada por el clima, el suelo y las variedades de uva. Somontano, en Huesca, es conocida por sus vinos modernos y elegantes, perfectos para maridar con cocina actual. Cariñena, una de las D.O. más antiguas de España, destaca por sus tintos robustos y sabrosos. Campo de Borja es la “imperio de la garnacha”, uva autóctona que da vinos intensos y aromáticos. Calatayud, por su parte, ofrece vinos de altura, frescos y con gran carácter. En todas estas zonas se cuida el proceso desde la viña hasta la copa, combinando tradición y modernidad. Visitar sus bodegas o catar sus vinos es una excelente manera de conocer Aragón, ya que el vino aquí no es solo bebida: es paisaje, historia y cultura.