Esbozamos unas pinceladas que permitan hacernos una idea de lo que esta tierra ha representado en el discurrir de los años para el futuro de los españoles.
Aragón es tierra antigua, tan antigua como el hombre mismo, preñada de historia y de cultura, a la que se asomaron las civilizaciones más antiguas y los imperios más poderosos. Testimonio mudo y firme de su pasado son los restos que pueblan sus caminos, desde el legado anónimo del artista rupestre hasta la magnificencia de las culturas romana y musulmana.
Muchos fueron los pueblos que la habitaron y otros tantos los que quisieron dominarla. Pero la sólida voluntad de sus gentes siempre supo encontrar el camino adecuado para hacer valer unos derechos que han permanecido firmes a través de los siglos.
Los Primeros Pobladores
Los restos encontrados en algunos yacimientos de Huesca y Teruel muestran indicios de poblamientos durante el Paleolítico, si bien éstos se hacen más abundantes en el Neolítico, como lo atestiguan la abundancia de hachas pulimentadas, los enterramientos y otros vestigios arqueológicos hallados en las excavaciones llevadas a cabo.
Es a partir de la Edad del Hierro cuando las tribus indoeuropeas irrumpen en el primitivo Aragón siguiendo el Valle del Ebro para entrar en contacto con los poblados íberos. El paso a través del Pirineo de las culturas hallstáticas y su encuentro con los pobladores autóctonos permitió una distribución étnica definida entre los distintos pueblos. Los íberos ocuparon la zona comprendida en lo que denominamos Bajo Aragón y las tierras que van desde Huesca hasta el Ebro, en tanto que las tribus indoeuropeas se extendieron por los cursos de los ríos Huerva, Jiloca y Jalón así como por el curso superior del Ebro.
La Romanización
La presencia de Roma sobre el territorio aragonés se hizo sentir muy pronto. Varios fueron los factores que ayudaron a ello.
De una parte, el Valle del Ebro, que con sus excelentes facilidades para la comunicación permitía el fácil acceso de las legiones romanas. Por otra, la proximidad a las Galias y, por último, el levantamiento de Numancia. Estas tres circunstancias fueron las que posibilitaron la acción de Roma y la colonización posterior de los territorios.
A principios del siglo II a.C. tiene lugar una primera acción militar romana sobre Aragón propiciada por Catón. A esta campaña le suceden otras con motivo de las guerras con los celtíberos hasta que, tras la caída de Numancia en 133 a.C. y los enfrentamientos entre César y Pompeyo, se inicia la romanización propiamente dicha. Es a partir del 23 a.C., año de la fundación de Caesaraugusta (Zaragoza) por las legiones de César, cuando comienza el período de esplendor de la cultura romana en el primitivo Aragón. Al tiempo que se colonizan Bilbilis (Calatayud), Osca (Huesca) y otros núcleos de población, se inicia el gran despegue. Caesaraugusta pasa a ser la plaza más importante de la provincia romana conocida como Hispania Citerior y es allí donde se unen las vías que conectan con el resto de la Hispania romana y con las provincias galas.
La presencia de Roma en Aragón ha dejado muestras que se han conservado hasta hoy y que reflejan la variedad y profundidad de su cultura. Puentes, termas, monumentos funerarios, acueductos, presas hidráulicas y otros muchos testimonios, pueden apreciarse a lo largo de toda la geografía aragonesa.
El Islam
Los árabes iniciaron su penetración en España en el año 711, empezando con ello una nueva era de esplendor tras el paréntesis que supuso el período visigodo. En Aragón, su presencia se extendió a la práctica totalidad del territorio, llegando hasta el Pirineo. La cultura árabe dejó un importante legado a las generaciones posteriores, que va desde la introducción de nuevos cultivos hasta la implantación de eficaces sistemas de riego, pasando por la construcción de bellísimos edificios -como La Aljafería de Zaragoza- y las innumerables muestras de un arte tan peculiar como hermoso, el mudéjar, del que Teruel es, sin duda, su testimonio más patente.
El comienzo de la invasión árabe es el momento en que Aragón empieza a perfilarse como entidad histórica y geográfica. La resistencia que los territorios aragoneses presentaron a los musulmanes fijan el comienzo del despegue de lo que más tarde sería la poderosa Corona de Aragón.
Los Orígenes del Reino de Aragón
En las líneas que siguen, se ofrece una cronología de los gobernantes del Reino de Aragón desde el siglo IX hasta el XVI, en que se completa la unidad de España. El objeto es dar una panorámica histórica de su génesis y expansión a lo largo de los años. Los orígenes del Reino de Aragón se remontan muchos siglos atrás, aunque son escasas las noticias que acerca de este reino dejaron los cronistas de los siglos IX, X, XI y XII.
El Reino de Aragón ocupaba un territorio mucho más extenso que el actual, extendiéndose sus dominios en España y en el exterior. El principio de este reino tuvo lugar con la conquista a los árabes de algunos territorios de los Pirineos. Tras la invasión, muchas poblaciones se sometieron a las condiciones del vencedor en tanto que algunos nativos, refugiados en las asperezas de los Pirineos, procuraron, cuando se les presentó la ocasión, arrojar a los árabes y tomar posesión de los territorios ocupados.
Las primeras líneas de la historia aragonesa las escribió Aznar, quien, en la segunda mitad del siglo IX, se apoderó de la ciudad de Jaca y su territorio, nombrándose a sí mismo Conde de Aragón, nombre tomado del río más importante que atravesaba aquellas tierras. Con anterioridad, alrededor de los años 840-850, un navarro llamado Iñigo Arista también se ocupó de expulsar a los árabes de los territorios llanos, denominados luego Navarra. Bernardo, hijo del conde Franco Ramón, hizo lo propio en las zonas de Ribagorza, Pallas y Sobrarbe, fundando los condados de Ribagorza y Pallas.
Los cristianos veían cómo francos y musulmanes se disputaban Pamplona y cómo sus ejércitos cubrían de sangrientas colisiones el territorio aragonés, lleno de aventureros y de emires rebeldes que combatían entre sí por la posesión de aquel país. Ante este caos, se esforzaron más en defender sus territorios que en fundar un reino propiamente dicho, si bien estaban asentando los cimientos del futuro Aragón. Al conquistador de Jaca, conde Aznar, le sucedió Galindo Aznárez a finales del siglo IX, y a éste, su hija doña Iñiga, que se casó con García Sánchez I, rey de Pamplona.
Unión de Pamplona y Aragón
El relevo fue tomado por García Sánchez (925-970) -hijo de Sancho Garcés-, casado con doña Endregoto, hija a su vez del Conde de Aragón, Galindo Aznárez, la cual aportó como dote este condado, quedando así unidos el Condado de Aragón y el Reino de Pamplona.
Sancho Garcés II, llamado Abarca, sucedió a García Sánchez. Fundó el monasterio de San Andrés de Cirueña e hizo grandes donaciones a San Juan de la Peña, San Salvador de Leire, San Millán y San Pedro de Taberna. En 971 concedió a Uncastillo la primera carta conocida que se otorga a un pueblo. Murió en 994.
Su hijo, García Sánchez II el Trémulo (994-1000), dirigió el Reino de Pamplona fugazmente. Su hermano Gonzalo gobernó el territorio de Aragón con el título de rey. Sancho Garcés III el Mayor (1000-1035), hijo del Trémulo, se aprovechó de los trastornos y guerras civiles posteriores a la muerte del hijo de Almanzor. Engrandeció mucho su reino apoderándose por derecho de sucesión o de conquista de una gran parte de Sobrarbe y Ribagorza. A la muerte del Conde de Castilla ocupó todos sus estados por estar casado con doña Elvira, hija o hermana de éste, y conquistó parte de los del rey de León, Bermudo III.
La mayor aspiración de Sancho Garcés III fue reunir los estados cristianos de la península y casi lo consiguió. Entre sus títulos estaban los de rey de Pamplona, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Castilla, álava, León, Asturias, Astorga y, a veces, Gascuña, Pallás y Barcelona. Tuvo cuatro hijos -Ramiro, García, Fernando y Gonzalo -y tomó la desacertada decisión de dividir su extenso reino entre ellos. Dio Aragón a don Ramiro, Navarra con Nájera, Bureba y el País Vasco, a don García, Castilla y parte de León, a don Fernando, y Sobrarbe con Ribagorza, a don Gonzalo, el menor de los hermanos. Tras este reparto, los estados divididos por don Sancho se convierten en reinos independientes y como tales funcionan con los nombres de Aragón, Sobrarbe, Castilla y Navarra.
Alfonso I El Batallador
Al morir Pedro I sin descendencia es proclamado rey Alfonso I, llamado el Batallador por las guerras en las que participó y el Emperador por su extensa dominación en el territorio cristiano. Contrajo matrimonio con doña Urraca, hija de Alfonso VI de Castilla. Al hacer su entrada en este reino para celebrar su matrimonio llevó pintado en sus pendones el primer escudo heráldico de Aragón: la cruz roja de San Jorge y cuatro cabezas de moros en los cuatro cuarteles, recuerdo de la batalla de Alcoraz. Este matrimonio le proporcionó graves desavenencias y le distrajo de sus guerras contra los árabes en Aragón
En 1117 se dispuso a sitiar Zaragoza y a traspasar los muros de la ciudad ayudado por sus fieles seguidores de Aragón y Navarra, así como de muchos nobles venidos desde Francia. Agotados los medios de defensa, la ciudad se entregó a los cristianos. La capitulación se firmó en el palacio de la Azuda el mes de diciembre de 1118. El día de Reyes de 1119 se celebró la festividad religiosa ante el rey en el templo del Salvador, que hasta hacía poco tiempo había sido mezquita. Desde entonces Zaragoza fue la capital de Aragón.
Don Alfonso continuó sus conquistas, tomando varias poblaciones de la margen derecha del Ebro, y erigió la sede de Tarazona. Ocupó Calatayud y otros pueblos de las riberas del Jalón y del Jiloca, aunque no todas sus empresas tuvieron el mismo éxito, como fue el caso del sitio de Granada en 1125, donde los mozárabes andaluces tenían previsto rebelarse contra los árabes. Alfonso I tuvo que regresar a Zaragoza con la pérdida de muchos caballeros de su ejército y acompañado de numerosos mozárabes comprometidos en la rebelión.
Murió en el sitio de Fraga según unos o en la batalla de Sariñena, posteriormente, según otros. Fue enterrado en Montearagón, desde donde fue trasladado a la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca, donde hoy yace.
Su hermano Ramiro II (1134-1137), llamado el Monje por haberlo sido en su juventud en San Ponce de Tomeras, fue elegido rey de Aragón. Alfonso había consignado en su testamento que dejaba el reino a las órdenes militares del Sepulcro, Hospital de San Juan y Templo de Jerusalén. Esta disposición no pareció bien a sus vasallos y por este motivo los navarros se separaron de Aragón y eligieronrey a García Ramírez. Los aragoneses, reunidos en Borja y Monzón, prefirieron, siguiendo las costumbres del reino, al hermano de su antecesor, ya que éste no había tenido descendencia. Alfonso VII de Castilla, hijo de doña Urraca, invadió Aragón y conquistó algunas ciudades de la margen derecha del Ebro. Entró en Zaragoza y le dio por escudo heráldico el de su casa, el león.
Unión de Aragón y el Condado de Barcelona
Con objeto de asegurar la sucesión al trono, Ramiro se casó con la hija del Duque de Aquitania, doña Inés. Tuvieron una hija, llamada Petronila, que ofrecieron en matrimonio a Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, realizándose así la unión de Aragón y Barcelona en 1137.
A la muerte de don Ramiro, doña Petronila (1137-1164) asumió el mando de los estados de Aragón con el título de Reina, si bien el gobierno lo ejercía su prometido, don Ramón Berenguer.
Una vez casados, éste tomó el título de Príncipe de Aragón y se afanó en la recuperación de Zaragoza y otras ciudades tomadas por Alfonso VII de Castilla. Reconquistó Tortosa, Lérida y Fraga y arregló, concediendo grandes heredamientos a las órdenes militares, las pretensiones que éstas alegaban en virtud de lo dispuesto por el Batallador en su testamento. Al morir, su viuda, doña Petronila, hizo las paces con el rey de Navarra y renunció a favor de su hijo Ramón, que tomó el nombre de Alfonso II (1164-1196). Con doña Petronila concluye la sucesión directa de los reyes aragoneses de la primera dinastía.
Alfonso II, conocido como el Casto, fue coronado en Zaragoza. Venció a los árabes en las plazas de Caspe y Calanda, y en 1177 recuperó Teruel. Durante su reinado se concluyó la conquista del territorio llamado Aragón y su poderío se extendió a lo largo del Mediodía de Francia, Valencia y Murcia. Asimismo, se crearon las Cortes y el Justiciazgo, que aparecen ya con claridad en el reinado siguiente.
El hijo de Alfonso el Casto, Pedro II (1196-1213), apodado el Noble y el Católico, juró los fueros de Zaragoza en 1196 y se hizo cargo del reino en las Cortes de Daroca.
Muerto Pedro II, su hijo Jaime I el Conquistador (1213-1276) fue encomendado a la custodia de los Templarios en el castillo de Monzón porque sus tíos don Fernando y don Sancho querían apoderarse de él por considerarle ilegítimo. En 1218 instituyó la Orden de la Merced en Barcelona y en 1229 conquistó Mallorca, Menorca e Ibiza. En 1238 entró en Valencia, a la que dotó de leyes y fueros en lengua lemosina. En 1266 conquistó el Reino de Murcia. Su reinado duró 63 años, el más largo que se conoce después del de Salomón. Durante el mismo consiguió engrandecer Aragón con las conquistas de Baleares, Valencia y Murcia. Se le reconoce, entre otras muchas cosas, haberse hecho cargo de la compilación de los fueros de Aragón en Huesca (1247), cuyo obispo, don Vidal de Canellas, los dispuso en latín. En 1265 fueron ampliados en las Cortes de Ejea.
A Jaime I le sucedió su hijo Pedro III el Grande (1276-1285), coronado en la iglesia de La Seo de Zaragoza. El Papa Martino IV lo excomulgó por haberse apoderado de Sicilia, feudo de la Santa Sede.
Adjudicó el trono de Aragón a Carlos de Valois, hijo del rey de Francia. Cuando los franceses entraron en Cataluña y se apoderaron de Gerona, hubieron de retirarse diezmados por la peste.
En 1183, reunidas las Cortes de Tarazona, establecieron de nuevo la Unión Aragonesa y obligaron al rey a confirmar los fueros y costumbres antiguas de Aragón en las Cortes de Zaragoza, reunidas en la iglesia de los Padres Predicadores, y concediéndoles el llamado Privilegio General.
Este rey murió en 1285, dejando Aragón, Cataluña y Valencia a su hijo Alfonso, y al segundo hijo, Jaime, el reino de Sicilia.
Alfonso III (1285-1291), conocido por los sobrenombres de El Franco y El Liberal, tomó el título de rey en Mallorca antes de ser coronado. Esto disgustó a los aragoneses y a través de una embajada se lo prohibieron. Vino a Zaragoza y en abril de 1286 se coronó de la mano del obispo de Huesca y juró los fueros, dando paso a un reinado corto e infructuoso.
Jaime II el Justo (1291-1327), hermano del anterior y al que su padre había cedido el reino de Sicilia, accedió al trono. Tras la experiencia de su predecesor, no quiso llamarse rey antes de llegar a Zaragoza. Durante su reinado, en 1318, esta ciudad fue eregida en metrópoli, dos siglos después de su reconquista.
A Jaime II le sucedió su hijo Alfonso IV el Benigno (1327-1336). Lo más significativo de su reinado fue su apoyo a la guerra de Cerdeña para contener la sublevación alentada por Génova.
Más turbulento fue el período ocupado por su descendiente Pedro IV el Ceremonioso o el del Puñal (1336-1387), que de ambas formas se le conocía. Privó a su hermano de la lugartenencia del reino y se la ofreció a su hija María de Navarra. Este hecho desagradó a sus vasallos, dando lugar a sublevaciones de la Unión en Aragón y Valencia. Reprimidas por don Pedro en la batalla de épila, el rey rasgó con su puñal el famoso Privilegio de la Unión.
No obstante este hecho, ocurrido en la iglesia de La Seo, confirmó y amplió las antiguas libertades del reino. Dejó la corona de Aragón a su hijo Juan I el Cazador (1387-1395). Su hermano, conocido como Martín el Humano (1395-1410) se hallaba en Sicilia al morir don Juan y en su nombre gobernó el reino su esposa doña María de Luna. Don Martín murió en 1410 sin haber designado sucesor. De este modo concluye la rama de los condes de Barcelona que, durante más de 270 años, dieron once reyes al país.
El Parlamento de Caspe
La importancia del Reino de Aragón, que comprendía los territorios de Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia, hizo aparecer multitud de pretendientes al trono alegando los más variados derechos.
Los parlamentos de Cataluña, Aragón y Valencia se reunieron en sus respectivos territorios y acordaron enviar a Caspe tres jueces cada uno, con jurisdicción sobre la villa y el castillo y tres meses de plazo para resolver el tema de la sucesión, período ampliable por los mismos jueces a otros dos meses más. Asimismo, podían sustituir a aquellos de entre ellos que muriesen o sufriesen alguna incapacidad. Su sentencia debía ser inapelable, para lo que se exigía que al menos seis de los jueces estuviesen de acuerdo y, que entre éstos hubiese uno por lo menos de cada reino.
El Parlamento de Caspe, único en la historia, tuvo una singular importancia por cuanto buscó una solución, alejada de las armas, al problema del derecho de sucesión al trono de Aragón. Constituido el reino y sin sucesor cierto del último monarca, Martín el Humano, el mismo reino lo eligió mediante compromisarios justos e imparciales. Atendiendo a los derechos de los pretendientes y a los intereses de la nación, dieron la corona con su sentencia inapelable al que consideraron más digno.
De este modo se evitaron los incalculables horrores que acarrean las guerras. El 24 de junio de 1412, tras dos años de interregno desde la muerte de don Martín, los compromisarios de Caspe eligieron a don Fernando, sobrino y pariente más próximo de aquél, que reinó con el nombre de Fernando I, conocido como el de Antequera (1412-1416). Procuró devolver la paz a los territorios de Córcega y Sicilia. Reconoció como Papa al aragonés Benedicto XIII, si bien más tarde se separó de él. Alfonso V el Magnánimo (1416-1458) siguió en el trono a su padre, don Fernando. La mayor parte de su reinado vivió en Italia. En sus ausencias fue doña María, su esposa, y don Juan de Navarra, su hermano, quienes gobernaron Aragón. A su muerte, acaecida en Nápoles, dejó este reino a don Fernando, su hijo legitimado. El trono de Aragón lo ocupó su hermano, Juan de Navarra, conocido como Juan II (1458-1479). Durante su reinado, los catalanes consideraron un agravio el no haber reconocido sus fueros, lo que provocó una guerra civil que duró más de diez años.
Los Reyes Católicos
A la muerte del rey, su hijo, Fernando V, más conocido como Fernando el Católico (1479-1516), se casó con doña Isabel de Castilla. Coronado rey de Aragón, fue deseo de los dos esposos alcanzar la unidad nacional. Solicitaron y consiguieron A la muerte del rey, su hijo, Fernando V, más conocido como Fernando el Católico (1479-1516), se casó con doña Isabel de Castilla. Coronado rey de Aragón, fue deseo de los dos esposos alcanzar la unidad nacional. Solicitaron y consiguieron del Papa Sixto IV el establecimiento de la Inquisición, instituyeron la Santa Hermandad e incorporaron a la Corona los Maestrazgos de las órdenes Militares.
En 1492 conquistaron Granada y a los tres meses expulsaron a los judíos de España. Este mismo año, Cristóbal Colón llegaba, a las tierras del Nuevo Mundo, abriéndose así un período de especial importancia para la historia de la humanidad.
En 1515, Fernando el Católico conquistó Navarra, quedando desde entonces unida a la monarquía castellano-aragonesa.
A la muerte de Fernando V, su hija doña Juana la Loca heredó los reinos de Castilla, Aragón, Navarra, Nápoles y Sicilia, así como las posesiones de áfrica e Indias. El gobierno general de estos reinos se encomendó a Carlos I, hijo de doña Juana y de Felipe el Hermoso y nieto de don Fernando. Hasta que don Carlos llegara a España, fue el Cardenal Cisneros el que actuó de regente, gobernando Castilla, en tanto que el arzobispo de Zaragoza lo hacía en Aragón.
Carlos I desembarcó en Asturias el 10 de septiembre de 1517. Al año siguiente, los aragoneses lo juraron en unión de su padre. El rey, a su vez, juró los fueros y libertades de Aragón, quedando finalizada la unión de este Reino con el de Castilla y consolidada la unidad de España.
Los tiempos que siguieron a la monarquía de Carlos I fueron difíciles para Aragón. Felipe II abolió sus fueros y los reyes que le sucedieron fueron derrumbando todas las peculiaridades políticas que la Corona de Aragón forjó a lo largo de tantos años de historia.
Más cercanos son los hechos que acontecieron con motivo de la Guerra de la Independencia contra los franceses, en la que Aragón, y especialmente Zaragoza, jugó un importante y heroico papel. Aún pervive en la memoria de los españoles las gestas que los aragoneses protagonizaron en esta guerra.
Las Guerras Carlistas también tuvieron como escenario una buena parte del territorio aragonés, dejando sumida a esta tierra en una profunda sima de la que tardó mucho tiempo en salir.
Hoy día, encontrándonos ya en el siglo XXI, Aragón es una próspera Comunidad que accedió a su autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución, con unas señas de identidad propias, con un legado cultural muy importante y con unas expectativas que auguran un floreciente futuro.