Dirección
Torrente de Cinca, Huesca
GPS
41.472798451593, 0.33463776111603
En el corazón del encantador pueblo de Torrente de Cinca, en la comarca del Bajo Cinca, se alza majestuosa la Iglesia parroquial de Santa María Magdalena. Este imponente edificio, con su planta basilical de tres naves, es un testimonio vivo de la rica historia arquitectónica de la región. Construida sobre un templo anterior, la iglesia se erige como un faro de fe y cultura en el centro histórico de la localidad.
La fachada de la iglesia es un espectáculo en sí misma, con sus imponentes sillares y robustas pilastras que sostienen capiteles corintios. La cornisa saliente y el frontón mixtilíneo añaden un toque de grandeza clásica, mientras que la portada churrigueresca, enmarcada por dos columnas exentas, ofrece un guiño al barroco más exuberante. La hornacina superior, coronada por un frontón triangular, es un detalle que no pasa desapercibido, complementado por los tres óculos que adornan la fachada.
Unido a la iglesia, el campanario de planta cuadrada cuenta su propia historia. Aunque desprovisto de su piso superior debido a problemas de cimentación, este cuerpo de ladrillo sigue siendo un elemento característico del paisaje. Originalmente albergaba las campanas que llamaban a los fieles a congregarse, y su presencia sigue siendo un recordatorio del pasado vibrante de la comunidad.
El interior de la iglesia no decepciona. Las tres naves, sostenidas por grandes pilares con capiteles corintios, alcanzan una altura impresionante. Sobre el crucero, la cúpula de planta octogonal se eleva, flanqueada por ventanas que inundan el espacio de luz. En su base, los cuatro evangelistas observan desde sus representaciones, añadiendo un toque de espiritualidad y arte al ambiente.
Visitar la Iglesia parroquial de Santa María Magdalena es sumergirse en un viaje a través del tiempo, donde la historia y la arquitectura se entrelazan para contar la historia de Torrente de Cinca. No pierdas la oportunidad de descubrir este rincón lleno de encanto y dejarte cautivar por su belleza atemporal.