Dirección

ERROR.

En el corazón de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos, se alza el Calvario de Alloza, un rincón cargado de historia y espiritualidad. Este es uno de los calvarios más antiguos de Aragón, un lugar que ha sido testigo de la devoción de los allocinos y un refugio durante las turbulentas guerras carlistas. En lo alto del monte, la ermita del Santo Sepulcro, construida a principios del siglo XVIII, se erige como un testimonio de la fe y la resistencia de sus gentes.

La ermita, una obra de sillería y ladrillo, presenta una sola nave de dos tramos, cubierta por una bóveda de medio cañón con lunetos. En su interior, el visitante se encuentra con un despliegue de arte y devoción: azulejos que datan de 1788 decoran el suelo y el zócalo, mientras que un baldaquino de columnas salomónicas, realizado en 1735, enmarca el Santo Sepulcro. Las paredes están adornadas con frescos de motivos vegetales y angelotes, y doce pinturas sobre cobre, obra de Guillermo Forchón, narran escenas de la vida de Cristo, recientemente restauradas para devolverles su esplendor original.

El camino hacia la ermita es una experiencia en sí misma. Flanqueado por cipreses centenarios, el Vía Crucis se convierte en un paseo entre gigantes verdes, algunos de los cuales superan los 500 años de vida. Entre ellos, destaca el ciprés Madre, un coloso de más de 15 metros de altura y casi 10 metros de diámetro de copa, cuyas numerosas ramificaciones desde la base lo convierten en un espectáculo natural digno de admiración.

Visitar el Calvario de Alloza es sumergirse en un entorno donde la naturaleza y la historia se entrelazan, ofreciendo al viajero curioso una experiencia única. La serenidad del lugar, combinada con su riqueza cultural y natural, invita a detenerse y contemplar. No pierdas la oportunidad de descubrir este rincón de Aragón, donde cada paso te acerca un poco más a la esencia de su historia y su gente.


Deje una reseña

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *